
Fuerza femenina en Chaparrí:
mujeres emprendedoras defienden la reserva ecológica
Fuerza femenina en Chaparrí:
mujeres emprendedoras defienden la reserva ecológica
La comunidad campesina muchik Santa Catalina de Chongoyape lleva 20 años protegiendo Chaparrí, el primer Área de Conservación Privada del país. Desde entonces, han apostado por el ecoturismo, lo que ha hecho de la reserva un proyecto sostenible tanto ecológica como económicamente, pero con la pandemia por el Covid-19, esto se paralizó. Así, un grupo de mujeres de la comunidad se animaron a tejer todo tipo de prendas para sobrellevar la crisis.
Foto: Mira por ellos.

Por Andrea Morales
“En un mundo globalizado donde la contaminación cada día nos afecta más, tenemos que proteger los recursos naturales para el bienestar de nuestras familias y todos nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos. Por eso defendemos la reserva”, afirma Lucila Guevara, defensora, artesana y guía turística de la reserva ecológica Chaparrí.
La enérgica determinación de Lucila no solo se debe al amor por la reserva y sus animales, sino también al hostigamiento, amenazas y desafíos que enfrenta su comunidad, Santa, por cuidar esta área natural.
La reserva ecológica Chaparrí está ubicada en el distrito de Chongoyape, a hora y media en carro desde Chiclayo, en el departamento de Lambayeque, y forma parte del territorio de la comunidad campesina muchik Santa Catalina. Chaparrí es un bosque seco tropical lleno de algarrobos, palos, santos y otros árboles característicos del norte del Perú que alberga a especies en peligro de extinción como el oso de anteojos, la pava aliblanca, el cóndor andino, el zorro costeño y otros más.
Sin embargo, proteger este ecosistema es todo un reto.

OSO DE ANTEOJOS. La reserva de Chaparrí es conocida por ser el hábitat que alberga la mayor cantidad de este animal en el país, actualmente en peligro de extinción. Foto: Heinz Plenge.
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Si bien Lucila, junto con la comunidad, tienen más de 20 años protegiendo Chaparrí, el cuidado se enfocaba principalmente ante fenómenos climáticos y prácticas culturales como la caza. Sin embargo, Lucila señala que “los problemas en sí
se iniciaron a partir del 2014 con invasores de tierras”, es decir, personas ajenas a la comunidad que sin permiso toman posesión de extensiones del territorio con el objetivo de venderlo a grandes empresas para monocultivo o megaproyectos
con fines comerciales.

DESPROTECCIÓN. Las y los defensores ambientales de la reserva de Chaparrí, como Napoleón,
corren alto riesgo al enfrentarse a mafias de terrenos. Foto: Julio Reaño.
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La noche del 30 de diciembre de 2017, víspera del año nuevo del 2018, Napoleón Tarrillo, teniente gobernador del sector
El Mirador de Chongoyape, fue asesinado cruelmente en su casa por Casimiro y Jorge Cruzado Carranza, integrantes de la banda criminal ‘El gran Chaparral’. El defensor fue torturado hasta la muerte frente a su esposa, Flor Vallejos, por los traficantes de terrenos, quienes desde el 2014 trataban de invadir Chaparrí.
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El miedo y la desconfianza invadió a la comunidad. Además, la Junta Directiva de Santa Catalina, lejos de buscar justicia y proteger a Flor Vallejos, permitió que los agresores sigan viviendo a metros de la casa de sus víctimas y depredando áreas
de Chaparrí para destinarla al monocultivo.
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No obstante, meses después, en octubre de 2018, la banda ‘El gran Chaparral’ fue desarticulada y sus miembros detenidos, entre ellos, los hermanos Cruzado Carranza. Envalentonados por este destello de justicia, la comunidad Santa Catalina decidió organizarse para expulsar a la Junta Directiva y retomar su local comunal.
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“Fue muy difícil, hubo muchos enfrentamientos, pero los comuneros se pusieron fuertes y es así como asumió la actual Junta Directiva, liderada por el presidente Edivar Carrasco”, cuenta Grecia Calderón, miembro del colectivo Runakunawan, interesada en recopilar la historia de la comunidad.
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Por su parte, Javier Ruiz, vocero del Frente de Defensa Salvemos Chaparrí, ha manifestado que desde el 2018 hay siete defensores ambientales procesados judicialmente por presuntos delitos contra los bosques. Sin embargo, Ruiz denuncia que esto es una estrategia de criminalización contra los defensores, pues detrás de estos hechos habría intereses de traficantes de tierras y agroexportadoras.
Encabezado 1

VALENTÍA. Flor Vallejos, esposa del defensor asesinado Napoleón Tarrillo, lejos de amilanarse, buscó justicia y siguió con la lucha por la defensa de la reserva Chaparrí frente a mafias. Foto: Heinz Plenge.
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Desde entonces, el desafío más grande para Santa Catalina de Chongoyape es recuperar la confianza entre ellos mismos y sus autoridades, pues solo teniendo confianza en ellos podrán organizarse para defender la reserva de Chaparrrí. En ese contexto, la asociación civil de jóvenes chiclayanos de Aklla Pacha que se creó hace dos años con la finalidad de proteger el medioambiente, por lo que decidieron involucrarse con Santa Catalina y la reserva de Chaparrí:
“Este proyecto busca justamente volver a reconstruir el tejido comunitario, que existe, pero está debilitado. Queremos que ellos mismos puedan involucrarse en la defensa de Chaparrí, volver a actuar como un frente para que ningún megaproyecto, ningún empresario ni traficante de tierra vuelva a atentar contra la comunidad”, explica Grecia, quien se ha participado en los talleres de Aklla Pacha como voluntaria este año.



LOCAL COMUNAL. Los y las comuneras de Santa Catalina tuvieron que luchar para retomar su local comunal del control de la Junta Directiva anterior, que tenía vínculos con las mafias de terrenos . Foto archivo por Deysi Montenegro.
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Económicamente sostenible
Desde su designación en 2001 como primera Área de Conservación Privada (ACP) en el Perú, la reserva ecológica Chaparrí ha sido un ejemplo para más de cien iniciativas similares en todo el país, todas con un mismo objetivo: conservar las áreas naturales y aprovecharlas por medio de actividades sostenibles para beneficio de los que habitan en ella o viven en zonas aledañas.
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Si bien la comunidad Santa Catalina tiene la autonomía de cuidar y administrar Chaparrí al ser un ACP, esto también implica que comuneros y comuneras deben organizarse para realizar actividades de protección ambiental como patrullaje, monitoreo, limpieza, entre otros. Todas estas actividades; no obstante, deben ser asumidas y financiadas por ellos mismos.
La comunidad Santa Catalina apuesta por el ecoturismo y, en ese sentido, la reserva de Chaparrí, desde su creación, siempre ha sido sostenible tanto ecológica como económicamente, pero con la pandemia por el Covid-19, este tipo de actividad económica se paralizó. Así, junto con la Junta Directiva actual y la organización de Aklla Pacha, un grupo de mujeres de la comunidad se animaron a aprender a tejer todo tipo de prendas y accesorios con detalles alusivos a la reserva, creando así el ‘Taller de Mujeres Emprendedoras y Defensoras del Ambiente’.




MUJERES TEJEDORAS. Taller de mujeres emprendedoras y defensoras del ambiente. Lucila Guevara y sus compañeras tejiendo en el local comunal de la junta directiva motivadas por el colectivo Aklla Pacha. Foto: Aklla Pacha.
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El grupo de aproximadamente 30 mujeres que conforman el taller ya no son solo comuneras que respetan y reconocen la reserva de Chaparrí, sino que se han involucrado de manera activa en su defensa.
“Ni siquiera sabía agarrar el palillo, así como yo muchas personas. Pero la Junta Directiva y las chicas de Aklla Pacha
nos apoyaron con profesora, nos dieron unas lanas y con eso hemos hecho ponchos, chullos, chalinas, vestiditos;
siempre con la cabecita del oso, de la pavita”, cuenta Deysi Montenegro, presidenta del Taller de Mujeres Emprendedoras, tras un año de iniciado el proyecto.




TEJIDOS DE LA RESERVA. Deysi Montenegro, Lucila Guevara y sus compañeras venden sus tejidos hechos en los talleres en la entrada a la reserva de Chaparrí para que los y las turistas se lleven un recuerdo del lugar y la comunidad. Foto: Aklla Pacha.
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Si bien la mayoría de los y las que viven en Santa Catalina conocen la historia de la reserva y tienen un vínculo cercano con el bosque y sus animales, Deysi recién fue a conocer Chaparrí el año pasado. Ella nació en Chongoyape, pero la mayor parte de su vida ha estado en Lima. Debido a la pandemia, Deysi fue una de las 167 mil personas que retornaron al campo en abril del año pasado. A su regreso, madre soltera con dos hijos, vio los proyectos de Aklla Pacha como una ayuda en su propia economía y formación de sus niños.
A partir del Taller de Mujeres Emprendedoras, Deysi no solo ha aprendido a tejer, sino a conocer la historia y la importancia de la reserva de Chaparrí. Por otro lado, el grupo de aproximadamente 30 mujeres que conforman el taller ya no son solo comuneras que respetan y reconocen la reserva de Chaparrí, sino que se han involucrado de manera activa en su defensa. “Ahora también hacemos limpieza con ayuda de compañeros, por ejemplo, en la playa Juana Río para que a la reserva le llegue el agua limpia”, declara Deysi.




MUJERES DEFENSORAS. El Taller de mujeres emprendedoras y defensoras del ambiente no solo teje artesanías para la reserva, sino que realizan jornadas de limpieza en la reserva, sus alrededores y la comunidad. Foto archivo por Deysi M.
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Ellas también están al frente
Hace más de 20 años, cuando el fenómeno del “Niño” de 1999 estaba destruyendo gran parte del norte del Perú, Lucila Guevara, junto a otros comuneros de Santa Catalina como Edivar Carrasco, Pedro Cáceres y Mariela Guerrero, motivados por el fotógrafo Heinz Plenge, propusieron a la comunidad campesina proteger Chaparrí registrándola como Área de Conservación Privada.
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En el proceso legal y administrativo de reconocimiento estatal, la participación de mujeres y hombres de Santa Catalina fue por igual, pero cuando empezaron los problemas con traficantes de tierras, con cazadores y taladores ilegales, fueron los hombres quienes asumieron el peligro y se encargaron principalmente de la defensa de la reserva.
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“Cuando vemos la ratio de asesinatos de defensores, el de los hombres es abrumadoramente mayor. Esto es triste, pero no significa que las mujeres no estén en peligro. Lo que pasa es que los hombres suelen asumir las actividades de riesgo, mientras que las mujeres suelen hacer las actividades de cuidado”, explica Kely Alfaro, especialista en iniciativas ambientales y enfoque de género.
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En efecto, en Chaparrí los hombres principalmente realizan patrullaje y acampan para ahuyentar a los traficantes; mientras que las mujeres venden tejidos y artesanías para financiar los costos del mantenimiento, cuidado y defensa de la reserva. Sin embargo, “esto sigue una lógica machista, porque al final los dos sexos, la comunidad, asume los riesgos por igual”, denuncia Kely, hecho que se reafirma con el asesinato del defensor Napoleón Tarrillo frente a su esposa, quien se desmayó al ver cómo lo torturaban.

DENUNCIA. Debido a que la reserva de Chaparrí es acosada por mafias de terrenos, los y las defensoras han tenido que realizar plantones frente a comisarías y plazas . Foto: Aklla Pacha.
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Seguir defendiendo
“La reserva nos está dando muchos beneficios: culturales, ambientales, económicos: es sostenible el proyecto”, afirma Lucila. Como una de las comuneras que estuvo presente en la lucha desde los inicios del reconocimiento oficial de la reserva de Chaparrí, Lucila es testigo de que su creación generó un cambio positivo en la comunidad, pues antes se cazaban a los animales y destruía el ecosistema para hacer monocultivo, quemando y talando árboles, pero ahora cuidan a los animales y el bosque.
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Si bien en Taller de Mujeres Emprendedoras y otros proyectos comunales están logrando renovar la confianza entre los mismos comuneros y su motivación por la defensa de la reserva, aún existen muchos desafíos. Lucila señala que no porque sean una ACP, el Estado se debe desatender de sus responsabilidades. Hace varios años la comunidad viene exigiendo la construcción de una carretera asfaltada para llegar a la reserva Chaparrí, que hasta el momento es una trocha carrozable.
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“Nosotros no queremos que el Estado administre Chaparrí, porque el Estado no se abastece para mantener todas las áreas nacionales protegidas. Nosotros quisimos tener la experiencia de una conservación privada, donde la propia comunidad maneje sus recursos, porque si no pueden hacer bien las cosas en educación, en salud, ¿cómo van a cuidar esto? Además, cuando pedimos apoyo en lo mínimo como una carretera, se niegan; hasta ahora lo solicitamos”, reclama Lucila.
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La conexión la comunidad campesina Santa Catalina y la reserva ecológica Chaparrrí ha permitido la protección de una superficie 34 mil 412 hectáreas, convirtiéndose así en la segunda área de conservación privada más grande del país, después de Los Chilchos en Amazonas., y en el hábitat protegido más grande para osos anteojos, lo que ha contribuido a paralizar su extinción.
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Por ley, la reserva Chaparrí es un ACP a perpetuidad, pero eso no exime al Estado de velar por la protección y cuidado del medioambiente. La construcción de una carretera para mejorar el acceso a la reserva y a la comunidad es parte de sus deberes, así como brindar mecanismos de protección y alertas tempranas frente al hostigamiento y amenazas que sufren los defensores.

DEFENSA ES VIDA. Lucila y Mariela son dos defensoras y guías turísticas de la reserva de Chaparrí desde el colectivo ACOTURCH, que impulsa el ecoturismo sostenible. Foto: Julio Reaño.
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